5/3/18

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Estás con él y aun así no dejas de escribirme, no dejas de decirme vía whatsapp lo mal que la estás pasando, lo que sufrís porque él no te entiende, porque no se esmera en hacerte sentir mujer: que en fin, no sabes ni porque aún te quedas a su lado. Es curioso lo cerca que te siento, estando tan lejos.

Estás ahí con él, en ese resto bar careta comiendo pizza y tomando cerveza, pero me repetís en esos mensajes que te gusta más cuando una vez a la semana, me dejas que entre lata y lata de birra, te amase la masa con levadura, mientras preparas la salsa y coreas una de Las Pastillas. Es curioso que me lo reclames, cuando deberías estar disfrutando.

Ni siquiera me escucha”, dice el último texto que recibo. Se me hace difícil no pensar en ir a hasta donde estés para gritarte que sí, que estoy dispuesto a dejar todo lo que tengo por vos, que sí, que acepto esta oferta tácita de escapar juntos. Es curioso, porque a pesar de todo eso, en lo más recóndito de mí, sé que soy incapaz de hacerlo.

Cuando tengas ganas, nos juntamos y charlamos mejor”, atino a responderte, porque si bien tengo un montón de ganas de verte, no quiero ser juez y parte, en las consideraciones de él. Me decís que sí, que mañana si es posible, que es lo único que te puede cambiar de ánimo. Entre texto y texto, ya imagino la lista de pormenores puntualizando cada error de tu imperfecto novio, y mis diminutos comentarios, que buscan disimular cuan feliz me hace saberlo. Es curioso, porque ya van casi tres años a su lado.
    
En la soledad de mi sábado, ojeo las redes, y en Instagram una foto tuya derrumba toda posibilidad, y hace que lo descripto párrafos arriba, sea ni más ni menos que una catarata de pelotudeces ya sin sentido. Un par de emojis en el pie, se transformaron en dos balas que fueron directo a mi autoestima. Es curioso, porque con un doble click le doy me gusta.

13/2/18

No te cases, ni te embarques

Mientras armaba mi agenda para el día de hoy me percaté que se trataba del primer martes 13 del año asique ni lerdo ni perezoso comencé a indagar en la red acerca de su significado, porque siempre fui un interesado en nuestros mitos y costumbres, más allá del aval lógico que puedan tener.

En primer lugar la mayoría de ustedes lo asociará con la mala suerte, lo que lo hace un día y número a temer, que hasta tiene su propio miedo, la Trezidavomartiofobia.
Pero ¿por qué? ¿desde cuando ese es un número maldito?. En primer lugar debo decir que existen varias teorías sobre ello, por lo que la mía no debe ser tomada como la reina de las verdades. Ahora bien, veamos. Todo parece remontarse hasta la última cena, donde los apóstoles que acompañaron a Jesús eran 12, lo que hace que fueran 13 los comensales. Lo que pasó después es historia conocida.
Es curioso, porque hay leyendas nórdicas (celtas, druidas, normandos y hasta vikingos), que cuentan lo mismo, y también, se lucen con la misma tradición, llevándola a una cena de dioses en el Valhalla (salón de los muertos), donde Loki, el espíritu del mal, era el invitado número 13. Ahora bien, al tratar de expulsar a Loki, el dios Baldr (hijo del Dios Odín, el "héroe" de toda la mitología nórdica) y el favorito de las deidades encontró la muerte. Baldr creía que nada le haría daño por un episodio previo ocurrido en un sueño, pero Loki lo atravesó con una flecha. 
¿Será por eso que nadie quiere que seamos trece alrededor de la mesa?
Otros detalles a tener en cuenta con el número son:
- En el Apocalipsis el capítulo donde aparecen el anticristo y la bestia, es el 13.
- En el tarot lo relacionan con la muerte y la desgracia eterna.
- En los sueños (juegos de azar) el 13 significa la yeta, que no es más que una palabra propia del lunfardo y proviene de "jettatura", que alude en napolitano al mal de ojos.

Ahora la cuestión es algo más complicada cuando se habla del día martes, puesto que el único sustento es su vínculo con el planeta Marte, que además de ser el Dios de la Guerra en la mitología romana -Ares para los griegos-, es rojo lo que se asocia con la guerra y la violencia, y como veremos en otras partes del globo, el miedo se centra en el día viernes. 
La caída de Constantinopla, por su parte, es el único registro de un evento de magnitudes ocurrido un martes 13.
Este es considerado como día de mala suerte, principalmente en Hispanoamérica, España y Grecia, a diferencia de los norteamericanos que adolecen el Black Friday (crack de Wall Street) Viernes Negro (Viernes 13) o los italianos con su temido Viernes 17 (XVII, es un anagrama de he vivido en latín), día de la semana donde murió Jesucristo.
Esto ha llevado a que muchos edificios por ejemplo no cuenten con su piso 13, o bien filas de aviones, estadios de fútbol, cines y teatros, salten del 12 al 14, pero más nos ha calado por no realizar algún acto de importancia ese, de allí el "No te cases ni te embarques", al tiempo que miles apuestan por hacerlo descreyendo de su poder.
No tiene mayor explicación que esa este refrán popular, puesto que enuncia dos hechos que eran de relevancia suprema en principios de siglo XX como casarse y viajar en barco, puesto que saldrían mal.

No me considero supersticioso, pero si algo mecánico por lo que muchas de las cosas que hago responden a esquemas previos, y en lo que aquí respecta descreo un tanto de esta maldición, y hasta me gusta tentarla de vez en cuando: si debo viajar en colectivo, trato de pedir el asiento 13, y si no el 17, mientras que no me preocupa en lo más mínimo que mis eventos importantes pueden ocurrir ese día de la semana; es mas hasta pienso que quien sugirió ese refrán es alguien que solo quería escapar del matrimonio.

25/5/17

Cuestión de cromosomas

Estaba frío en esa mañana de viernes, el febo aún no se asomaba. El invierno se acercaba y en las primeras horas del día se hacían sentir las temperaturas que no superaban el dígito. Para colmo, el colectivo demoraba en llegar, y mis manos temblaban.
Un caramelo de miel funcionó como un salvavidas temporario con el que calmé levemente esas sensaciones, y pude soportar esos minutos de espera que, parecieron horas.
Finalmente llegó y me subí cuan rápido pude, con el único objetivo de acaparar uno de esos lugares entre los asientos individuales, para simplemente ver el paisaje entre penumbras, de la cuidad que, asomaba a través de ventana.
Escogí tomar el coche en el punto de línea por mera comodidad, ya que vivía cerca de allí, aun sabiendo que me restaban cincuenta y cinco minutos, como mínimo para llegar a mi destino.
Todos mientras se iban sumando al transporte estaban abrigados de un modo excesivo. Alguno con dos camperas, se lo veía metido en su mundo con auriculares de gran porte y moviendo a un ritmo constante su pie izquierdo. Otro, algo más joven repasaba en un cuaderno algunos apuntes mientras se acomodaba el guardapolvo blanco, al que lo abrazaba una bufanda tejida casi con seguridad, por su mamá. Una señorita, más adelante se ajustaba el pelo entre los primeros, al tiempo que observaba su rostro en un espejo (diminuto como mis deseos de arrancar temprano hoy) que tan bien estaban pintados sus labios de un color, como dice un romántico de antaño, de un rojo carmesí que enamoraba. Créanme.
El sol comienza a despegar y con ello, va in crescendo la comodidad con la que nos trasladamos. Ya somos más de diez y hemos superado el primer cuarto del tramo, cuando el reloj se acerca a las ocho de la mañana.
El ambiente calmo en el que nos movíamos, y en el que abundaba el silencio comenzó a sufrir variantes impensadas. Un joven de poco más de quince años puso un pie en el colectivo con un par de parlantes a todo ritmo y rompió la quietud gobernante. Tenía gorra con visera por si se lo preguntan y un pantalón con tres rayas al costado. Lugares sobraban, pero decidió sentarse cerquita mío.
La pasividad se quebró y la inseguridad se apoderó de mí. Las miradas se agolpaban sobre el recién llegado, que se ubicaba ritmo mediante a un par de asientos de donde yo estaba. La cumbia villera que resonaba del muchacho generó repulsión en la gente de bien que subía luego.
Inconscientemente quería que bajara eso, que no sonara más esa música que en fin y al cabo tampoco era de mi agrado. Hasta yo diría que quería que el pibe también se baje. Y como somos algo más repulsivos cuando lo hacemos de a dos, me alistaba a decirle lo mal que me sentía al primero que me observara con ojos de castigo sobre el negro de mierda que no dejaba de silbar las letras de Damas Gratis.
En el instante previo a que me animara a hacerlo, veo como una pasajera se incorpora. Ya éramos unos veinticinco a treinta, iban varios de pie y quien se sumó en esta parada, se llegó hasta adonde estaba el chico en cuestión y lo saludó con un cariño especial, por lo que supuse que eran familiares. El sujeto, al que nunca le hablé para seguir el hostigamiento verbal que nunca comencé, se acercó hasta donde estaba yo, para sin ninguna palabra indicarme un detalle en la nueva compañera del recorrido.
Un certificado en la mano derecha rebelaba su condición de discapacidad ante lo cual no pude evitar verme sorprendido. Afiné mi observación para descubrir que el primero en subir ostentaba el mismo papel aunque, en ambos eran imperceptibles alguno de los aspectos que denotan tal situación.
Y continuó nuestra peripecia que apenas había superado la mitad del trayecto. Y continuó con otros tantos, ahora adorables sujetos, que con facciones claramente visibles, se incorporaban circunstancialmente a nuestro avatar. Para mayor sorpresa de los que asistíamos, los nuevos eran amables y sonrientes no solo con el conductor si no también con los demás integrantes del coche, y por supuesto con los de su clase, pero lo eran en un nivel superlativo.
Gritos y más gritos, abrazos y más abrazos, besos que abundaban para cualquier viajero en forma desinteresada. Afecto, amor que fue moneda corriente, cuando me percataba de que ya alcanzábamos la tercer cuarta parte de la ruta.
Parecía que el amor, y sus expresiones era una cuestión de cromosomas porque me costaba recordar algún beso tan sincero como el que entre ellos veía, en mi casa entre mis padres, e incluso de ellos para conmigo. Ni siquiera podía identificar algún mimo, algún besuqueo que yo hubiere regalado. Pareciere que el destino me ponía al frente de un momento en buena medida incómodo, para mostrarme que lejos estaba de la sal del mundo.
Casi sin pensar, avanzamos a un ritmo veloz y yo ya le restaba minutos al futuro para llegar. Ahora me cuesta encontrar alguna cara de desagrado. Todos sonríen y acompañan la alegría que impregnan desde el grupo. Ya no hay caraculicos que juzgan los coros o el movimientos de brazos del amante de Pablo Lescano, y hasta veo alguno que se alinea con el ritmo y lanza un “esa pared,  que no me deja verte, debe caer por obra del amor”.

Ya estoy en mi lugar. Ya llegué. Una leve brisa me pega directo en los hombros y busca atacar mis fosas nasales. Tengo tanto frío.
Igual me importaba poco, me sentía bien. Sonreía, parecía un loco.

Un loco que acababa de ver como sus prejuicios eran inertes ante una verdad que le pegaba en la cara, y que le dejaba una moraleja que difícilmente olvidará.  

18/4/17

No tiene fecha de vencimiento

Es probable que tus primeros recuerdos estén asociados a tu niñez temprana, a tus 3, 4 o casi con seguridad a tus 5 años de edad. Cabe la posibilidad también que esas rememoraciones te lleven a tu casa, quizás jugando o tal vez en la escuela. Lo cierto es que años mas o años menos, no podemos escindir nuestros primeros "flashes" de esa etapa de nuestra vida.
Realmente es una lástima que no podamos lograrlo antes, que nos cueste evocar momentos previos, como también considero injusto que tardemos casi 20 años (o muchos mas algunos) para madurar nuestros pensamientos y poder observar con mayor claridad, todo en efecto retrospectiva.
Y como no puedo volver atrás el tiempo, ni menos volver a experimentar  esos días, juego a imaginarlos, intento recrearlos en una ficción con algún que otro toque de magia, para darle un poco de drama, de suspenso, de romance.
De un modo que parece poco convencional le sumo todo eso que familiares y amigos me cuentan de aquellos minutos y horas donde quisiera volver a verme.
Nobleza obliga el primer flashback me lleva a la madrugada en la que vine al mundo, donde según me dicen hacia frío en una joven primavera. Una pareja en un hospital está nerviosa y dos enfermeras ponen paños fríos con un "Ya llega el doctor". Dicen que era muy lindo, -como todo bebé- y que lloré ni bien abrí los ojos de miel que me brillaban. También dicen que no lloré si no que simplemente puse cara de enfado, de enojado por no poder seguir habitando ese espacio tan cómodo. En fin, versiones encontradas.
Lo que si se es que me sentí con miedo. Con ese miedo que seguro sentiste cuando llegaste a un lugar donde nadie te conoce, y todo lo que digas y hagas será juzgado; donde no sabes que decir para simplemente quedar bien. Donde no te sentis cómodo, donde crees ser poco grato, donde no queres estar.
Y ahí estuvo ella. Me abrazó con las pocas fuerzas que le quedaban y me dió un beso, mi primer beso. Ese beso con sabor a "Todo estará bien", que me transmitió la paz suficiente para que dejara de llorar, aunque ella no parara de hacerlo.
En ese momento hice pie en un mundo al que ni sabía que vendría, no perdí ese temor que tenia, pero créanme que sabía que alguien me ayudaría a superarlo.
En el sentido estricto recién haría pie cerca del año y medio. En el lapsus previo, seguro tropecé varias veces. Un par de chichones y varios raspones en mis rodillas me conectan con aquellas caídas, casi todas inevitables.
Aprender a caminar es de esas cosas que por analogía deben ser utilizadas en la vida misma. El momento en el que se concreta es imposible de impedir, pero no es seguro. Y tampoco se nos da la certeza que será sin problemas a posteriori. Pero si sabemos una cosa, y es que solo intentándolo hasta el hartazgo eso va surgir, y no por decantacion sino por el mero aprendizaje que te produjo cada caída.
¿Caída dije? Seguro fueron más de diez o quince, que importa ahora. Lo que si es de implicancia es que ella siempre estuvo ahí, para decirme que lo hacía mal, para darme la mano y no dejarme caer o si lo hacía, volver a levantarme, aunque sea por enésima vez.
Dos piernas que se mueven no te aseguran nada. ¿De que sirve tenerlas si no sabemos a donde ir? ¿Que tan útil es ese lápiz que tenes en la mano si no tenes un papel donde escribir?
Caminante no hay camino dicen, se hace camino al andar. ¿Y por donde debo andar? A veces el refranero popular es insuficiente y ni siquiera Google tiene la respuesta.
No creo que tenga conocimientos de vialidad, de catastro o de los Atlas que venían con la revista Genio, pero ella supo aconsejarme cual era ese famoso camino. Que en sí no era un lugar preciso, si no varios. Que en sí nunca fue una senda, o una ruta perfectamente delineada que uno debía transitar. No era nada de eso.
Ella me explicó de un modo que lo pudiera entender en aquella época, de un forma amena. Y es muy probable que no lo haya entendido, que tampoco lo haya memorizado demasiado en ese momento, pero hoy que lo veo allá lejos, lo puedo valorar, le puedo dar sentido y hasta juzgarme por no haberlo interpretado antes.
Me dijo que había vicios, y peligros que uno veía (y otros tantos que no) que de alguna forma u otra, venían a sabotear nuestro camino o destino, no recuerdo la palabra en concreto que usó. Que esas cosas eran malas, como el cuco o el hombre de la bolsa, que debería cuidarme solo, y ser autoinmune (seguro que no dijo esa palabra).
Me costó mucho entender eso, darme cuenta que a veces nos rodeamos de personas que encarnan en esos demonios y que llenan de humo nuestros pulmones.
Quizá fue algo tarde pero aprendí a ser selectivo y cuidadoso de todo lo que me rodea, sabiendo discernir lo bueno y lo malo, al menos a priori, de todos. Y eso lo apliqué de ella, de esas palabras que tardé en comprender.
Y como al tiempo nada lo detiene, continuó avanzando, con una prisa que nunca que le pedí. Me fue dando amigos, y enemigos, buenas y malas. Me dio alegrías y me dio soledades. En fin, todavía ninguna cura, asique marco el segundo refrán que voy a desestimar esta tarde.
Quizás lo que más me dolió fue la soledad, sentirme vacío conmigo mismo o estando con alguien más. De seguro eso me llevó a esas reacciones que eran incontenibles, pero que nunca me llevaban a buen puerto. Eran como ataques de desesperación, manotazos de ahogado para intentar reflotar, o tal vez gritos de auxilio, señales simplemente.
Por dentro me estaba muriendo. No le encontraba sentido a las cosas y hasta pensé en darle un final a todo esto de una forma muy cobarde. Pensé en escaparme de toda esa mierda que me rodeaba porque no era mi lugar, porque no estaba cómodo, porque en realidad ya ni siquiera me rodeaban. Porque tardaron en llegar o no llegaron las muestras de afecto, o de cariño que siempre necesité. Porque nunca sentí el calor de ese mensaje si no el frío de la indiferencia. En fin, ya no quiera más nada.
¿Y saben qué? Ella lo impidió.
Se puso en mis ojos, en mi lugar sólo dos minutos. Me escuchó cual psicólogo en primera cita, pero con un par de manos sobre mi cabeza. Me entendió. Por primera vez percibí la empatía que todos me habían negado (¿negado?) y fui más allá, para descubrir que a veces la soledad es un premio, es un regalo que no siempre es grato pero que seguro sirve como punto de partida, como botón de reinicio. Ella me puso el oído y algo más, el corazón cerquita del mio, para que no sólo me calmara si no para que dejara de lado algunas ideas obtusas que caminaban en mi cabeza.
Ese día dejé de llorar a escondidas, dejé de ser un resentido que le escapaba a todo y ocultaba sus sentimientos. Seguro ahora soy más frío pero menos crédulo, más calculador y con menos temperamento  pero soy alguien nuevo. No se si el que siempre quise ser, pero ya no pretendo conformar a nadie y estar en equilibrio conmigo mismo, y eso me basta.
Quizá ella forjó esa forma de ser en mi y recién al escribir estas líneas lo descubro, y al mismo tiempo noto casi con seguridad, que ha hecho un millón de cosas más por mi, cosas pequeñas, todos los días, todo el tiempo, que aún iré descubriendo.
Le pido a Dios que me permita encontrarme paso a paso con su recuerdo en cada cosa, o hecho, en cada lugar donde estuvo conmigo, con la única excusa que me disparen en el tiempo hacia esas milésimas de segundo donde me brindó su amor, su tiempo, su compañía. Todo eso, que en ella y para conmigo, no tiene fecha de vencimiento.

2/4/17

Casa

Privilegiado. Elegido. Bienaventurado. Pleno. Más que afortunado. Un bendecido con tu amor.
Me pasé la tarde buscando sinónimos, tratando de encontrar una palabra o un par, que describieran lo que siento, que digan sencillamente lo bien que me haces.
Hasta me imaginé entre varios acordes, versos que nunca te dije, un par de estrofas que solo hablaban de vos.
Pero creo que en fin, puedo sintetizarlo simplemente: FELIZ. 
Así, sin más.
Feliz de poder ser parte de tu vida, de haber llegado a vos, de que hayas llegado a mí.
De las vueltas de la vida.
Y entre toda esa verborragia me aproximo hasta vos. Percibo la paz que me das, me siento acobijado estando cerca tuyo. Tu mano se extiende y yo la tomo siguiendo tus movimientos.
Un cosquilleo me invade, una mezcla de nosequé que me hace temblar.
Tropiezo.
Me caigo en que tus brazos y sonrío. Tus brazos, mi casa. A donde siempre quiero volver.

16/12/16

No quiero, no puedo

Perdoname, lo siento.
Te extraño. Lo digo, lo repito, lo remarco. Y creo que me quedo corto. 
No me alcanza, es insuficiente decirte sólo eso. Los días pasan y cada vez yo te necesito mas.
Me haces falta.
Me duele ser consciente de que el vacío que dejaste no lo podré llenar nunca.
Reconozco mi error, me equivoqué. No noté, ni valoré la persona que tenia conmigo. No te oí.
Admito que navegué en dudas, que quizás escuché demasiado a los demás.
Lamento no poder reemplazarte, lamento sufrir y recordarte.
Pero lo que más recelo me genera es sentir la culpa, esa sensación de autoflagelamiento que quisiera no sea así.
Y no quiero, ni puedo imaginarme sin vos. Me niego a esa realidad.
Me cuesta aceptar no volver a verte. 

28/10/16

Punto limite

Hasta acá llegué. Hasta acá me permito soportarte. Es este el final.
Hasta el día de hoy te padecí, le pongo fin a esta mentira, a este sinsentido de dos que llamas amor.
Acabo de cerrar esta etapa, nuestra etapa.
No quiero más que me mientas, que me celes, que intentes superar tus fracasos apuñalando mis sueños. No deseo más ser "de vos", no formo parte  de lo tuyo y de tu antojo, hoy rompo esa barrera y salto hacia mi paz, la misma que busqué en vos y que alguna vez encontré.
¡Y como me cuesta! Lucho contra mi, contra esa parte que resiste dejarte ir, con esa faz de mi alma que sigue enamorada y que aún cree en tus mentiras, que aún abraza el pasado y pretende volver.
Hoy quiebro mis miedos más profundos para que no temer mas, hoy quiero crecer, hoy te pongo un límite.
Te digo que me voy y me voy, porque así quiero que sea, porque no te quiero mas, porque no hay más vuelta.
Tocaste el filo, has superado mi paciencia, me enfermaste, me duele y no hay remedio -ni maquillaje- que pueda curarlo, ni palabras que puedan solucionarlo.

18/9/16

Una señal

Te descubro poco a poco, día a día, y cada vez más pienso que te conozco hace tiempo, que estuvimos juntos en otra vida, que ya te he dado mil besos. Que te quise alguna otra vez.
Oir tu voz me lleva hacia momentos inolvidables de mi vida, es como una cita con la mejor parte de mi pasado. Al escucharte identifico tus notas como si en un pentagrama yo mismo ya las hubiera compuesto, como si ya conociera tu melodia y luego, me sobrepasan tus silencios, me aturden sin que yo entienda nada.
Me maltratan tus palabras cuando hilvanan frases que no quiero escuchar y me derrumbo sin saber donde ir. Me siento solo aunque estés conmigo. Y caigo.
Me caigo.
Pasan unos pocos segundos y me repongo porque tus manos son capaces de volver a levantarme. Te abrazo y acaricio tu pelo entre lágrimas, otra vez siento ese deja vu que, interpretaré como una señal.

1/5/16

Imanes desgastados

Se terminó. Se acabó.
Como los imanes se desgastan y ya no se atraen, caimos en la realidad de que ya no éramos compatibles, y que nuestros polos no tenían más fuerzas para seguir uno al lado del otro.
Como un cuento que escribe su final entre lágrimas y moralejas, se desenvolvió el nuestros también llorando y aprendiendo de más. Tu paso dejó,  miles de razones en mi para ser feliz, y otras tantas que espero no vuelvan a suceder, pero te aseguro que en la balanza de momentos son más los lindos, que los malos.
Y si la justicia se evidencia con los ojos vendados, así fue que sufrimos lo nuestro. Tardamos demasiado tiempo en darnos cuenta de que habíamos caído en la rutina y el repetir, estábamos estancados en el momento, no avanzábamos hacia más. Se desgastó el amor, ya no había caricias ni abrazos, y el día a día destruía silenciosamente lo poco que lo sostenía.
No todo final debe escribirse entre peleas y mentiras, no siempre debe haber gritos y engaños para saber escapar el uno del otro. Sacado de un diccionario jurídico, pueden existir decisiones consensuadas que puedan dar lugar a que se acabe un vínculo, puede haber claro que si, muestras de honestidad y sinceridad y dar lugar a una conclusión menos dolorosa. Y así fue que dimos coto a algo que nos dolía a los dos, algo que nos hacia mal.
Ahora escapé de tu campo magnético y voy camino a vagar por algun lugar hasta que algún circulo de atracción me atrape, me ciege...

29/3/16

Un café para dos

No sé si lloverá, no sé si el cielo gris invadirá todo este lunes de abril. No sé si es el mejor día para ver salir el sol.
No sé de cuánto tiempo dispones, ni siquiera sé si llegaras a la cita. Hace más de media hora que estoy esperando en esta mesa, y aún quedan, quince minutos para la hora señalada.
Ni siquiera sé si leíste ese pequeño sticker amarillo con marcador rojo, que dejé en tu escritorio esta mañana, indicándote hora y lugar donde deseaba verte; ni siquiera imagino como has reaccionado ante eso. Ni siquiera sé si vendrás.   
Una silla te espera delante de mí, y un café para dos que ya llevo a medio tomar, también ansía tu venida. Ese pequeño espacio en este coqueto bar, es el que quiero que llenes con tu presencia.
Lo único cierto es que no puedo controlar mis nervios, mis ganas de tenerte frente a frente, crecen y crecen. Quiero que estés acá.
Comenzaré por decirte que bendigo el día en que llegaste a mi vida, que sonrío cada vez que recuerdo esa primera charla en aquel segundo piso donde nos conocimos.  Que simplemente soy feliz cada vez que mencionas mi nombre, y tu sonrisa no se escapa de tu cara.
Te contaré de mí día a día, de lo mucho mucho que adoro conocerte un poco más cada vez. Que acepto tus defectos  y disfruto tus virtudes, pero que por sobre todas las cosas cada vez te quiero más. Te gritaré con orgullo lo que siento, sin condiciones, ni rodeos. Romperé este silencio del cual he sido esclavo.
La hora se acerca y poco queda de mi café; mi angustia ya comenzaba a invadirme.
Pero todo cambió; justo cuando ya no esperaba que vinieras, cuando ya daba por perdida mi suerte, apareces en el lugar, rompiendo mis enigmas, con tu belleza incólume.

Sin embargo descubrí que yo ya no tenía más vigor; tu presencia derrumbó mis débiles defensas, entraste a mis tierras, las hiciste tuyas y de mi nada quedó. Arrasaste con mis dominios y volví a ser un esclavo